El amor a Dios dirigido a los hermanos es la fraternidad. La prueba de que se ama a Dios es el amor a los hermanos. (1 Jn 4, 20)
El signo de que se aman a los últimos es dado por el amor existente entre los miembros de la Comunidad. La fraternidad es un movimiento del ánimo que mana del amor de Dios difundido en nuestros corazones (Rm. 5,5) y del amor de Dios que ama primero (1 Jn 4,19).
La fraternidad se realiza con la oración de los unos por los otros, con la ayuda recíproca, con la corrección fraterna que se realiza comunicando al hermano aquello que es causa de contrariedad con él. La fraternidad se realiza también permaneciendo juntos, no porque seamos buenos, sino porque el Señor en Su proyecto de amor nos ha llamado a recorrer el mismo camino de santificación. Fraternidad y pobreza por si mismas se evocan recíprocamente. Los hermanos tienen como lugar privilegiado de verificación, apoyo y reprensión, el núcleo.