Los miembros de la Comunidad eligen libremente aquello que los últimos están obligados a vivir por fuerza: no tienen para sí aquello que los separa de ellos; el pobre que el Señor les hace encontrar modifica sus vidas, trastorna sus seguridades, puede pedir también el lugar en la familia, a la mesa.
Los miembros de la Comunidad tienden a no pertenecerse, sino hacerse determinar por la necesidad de los últimos que el Señor les hace encontrar, bien sabiendo que es Él que los elige para ellos; tienden además a no ser dueños, sino administradores fieles de los dones y de la gracia que el Señor les da, haciendo entrar a los pobres en sus vidas.
Los miembros de la Comunidad no se consideran dueños sino administradores también del dinero que llegan a poseer; usan para sí lo preciso y necesario para vivir pobremente y lo demás lo devuelven a los últimos en varias formas, según el estado y el ámbito de vida, decidiendo junto al núcleo y con la confirmación del responsable de la Comunidad, que la guía en el Señor. Pueden también poner en común el dinero y cada uno sacar de acuerdo a su necesidad, aquellos que de esta manera son ayudados a vivir más pobremente. De todas maneras buscan las formas más radicales para ser verdadera y efectivamente pobres.
Los bienes que la Comunidad llega a poseer están en función de los últimos. Aquellos miembros de la Comunidad que por el Espíritu son movidos para ir a buscar a los pobres allí en donde están, pueden probar en sí mismos también la pobreza extrema. Todos aquellos que siguen este camino de santificación buscan las virtudes conexas con la vida de pobre: la frugalidad, la simplicidad, el coraje de la verdad, la esencialidad, la humildad, el sacrificio acompañado en manera particular por la incomodidad.
Los miembros de la comunidad reconocen el servicio de confirmación y de guía ejercido por el Responsable de la Comunidad como don presente en la Iglesia para vivir con un corazón y un alma, y para no correr en vano. Sometiendo la propia vida a la verificación de la Comunidad y de la autoridad, ellos pretenden vivir la pobreza en su aspecto más radical y trastornador. Se vive, en la Comunidad, la obediencia como garantía de libertad de si mismos, como conformidad a Cristo que
se ha hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz, como camino para no actuar como dueños. La relación con este servicio de confirmación se puede realizar de tres formas: