NUESTRA IDENTIDAD

Es muy difícil resumir en pocas líneas el carisma específico de la Comunidad Papa Juan XXIII y lo que está contenido en sus documentos fundacionales. Para profundizar más, por tanto, se aconseja leer la Carta de Fundación, el Estatuto y el Directorio.

El 25 de marzo de 2004, solemnidad de la Anunciación, la Asociación “Comunitá Papa Giovanni XXIII” ha sido definitivamente reconocida por la Iglesia por intermedio del Consejo Pontificio para los Laicos, como Asociación Internacional de Fieles de derecho pontificio con personalidad jurídica. Además, obtuvo la aprobación definitiva de los Estatutos y de la Carta de Fundación que es parte de ellos.

La vocación de la Comunidad consiste en conformar la propria vida a Jesús pobre, siervo, sufriente, que expía el pecado del mundo (Específico interior de la vocación ) y en compartir (por Jesús, con Jesús y en Jesús) la vida de los últimos (específico visible).

La asociación es una sola familia espiritual, compuesta por personas de diferente edad y estado de vida que se comprometen en responder al universal llamado a la santidad, a contribuir en la realización del Reino de Dios, en participar de la misión de salvación de  la Iglesia.

Las líneas de vida espiritual con las que la Comunidad Papa Juan XXIII quiere seguir a Cristo pobre, siervo, sufriente, están articuladas en cinco puntos.

  1. Compartir la vida de los últimos. Los miembros de la Comunidad se comprometen a compartir directamente la vida de los últimos poniendo la propia vida con la vida de ellos, encargándose de su situación, poniendo su hombro bajo la cruz de ellos, aceptando hacerse liberar por el Señor a través de ellos.
  2. Conducir una vida de pobres. Aquellos que han elegido este camino de santificación se modifican para conducir concretamente  una  vida  de  pobre  siguiendo  a  Jesús. El pobre que el Señor les hace encontrar modifica sus vidas, trastorna sus seguridades, puede pedir también el lugar en la familia. Los miembros de la Comunidad no se consideran propietarios o dueños sino administradores fieles, ya sea de los dones y de la gracia recibidos del Señor, como  del  dinero que llegan a tener. Ellos buscan las virtudes conexas con la vida de pobre: la frugalidad, la sencillez, el coraje de la verdad, la esencialidad, la humildad, el sacrificio acompañado de manera particular por la incomodidad.
  3. Dar espacio a la oración y a la contemplación. Los miembros de la Comunidad, encuentran en la oración y en la contemplación el instrumento privilegiado para vivir y profundizar su relación de hijos hacia el Padre; tratan de hacer de la unión con Dios una dimensión de vida.
  4. Dejarse guiar en la obediencia.  Para no correr en vano, aquellos que pertenecen a la Comunidad reconocen el servicio de confirmación y de guía ejercido por el responsable general.
  5. Viviendo la fraternidad. El amor a Dios dirigido a los hermanos es la fraternidad. La prueba de que se ama a Dios es el amor a los hermanos (1Jn. 4,20). El signo de que se aman a  los  últimos  es dado  por  el  amor  existente  entre los  miembros  de  la  Comunidad.

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