La Solidaridad Internacional se define como unión de intereses o propósitos entre los países, y la cohesión social entre ellos, basada en la dependencia de los Estados y de otros actores internacionales entre sí, a fin de preservar el orden y la supervivencia misma de la sociedad internacional, y con el fin de alcanzar los objetivos colectivos, que requieren cooperación internacional y una acción conjunta.
La Comunidad Papa Juan XXIII está plenamente de acuerdo en reconocer la solidaridad internacional como principio de derecho internacional de los derechos humanos y desea que este principio sea reconocido como un derecho humano y conducir las naciones para establecer un nuevo orden internacional.
De hecho existen dos tipos de solidaridad: la solidaridad post-factum y la solidaridad ante-factum.
La solidaridad implica que los Países cumplan plenamente sus obligaciones internacionales en las que están comprometidos con las Naciones Unidas, apliquen los convenios y tratados ratificados, se comprometan en el desarme, las políticas de energía limpia, fortalecimiento de los sistemas sanitarios, alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, etc.
Una solidaridad ante-factum está interconectada con otros temas importantes que se están discutiendo en Naciones Unidas y en los foros de todo el mundo tales como la cancelación total de la deuda externa de los países en desarrollo, el concepto de reparación global y los de gobernanza nacional e internacional, el comercio mundial, las reformas del sistema de las Naciones Unidas y las instituciones financieras internacionales, la participación de la sociedad civil, los derechos de propiedad intelectual, las políticas agrícolas, los paraísos fiscales, el cambio climático, la salud, el derecho al desarrollo y la paz, etc.
Una solidaridad ante-factum podría adoptar el concepto de hermanamiento entre países desarrollados y países en desarrollo, en el que un país desarrollado acepta acompañar a un país en desarrollo (y viceversa) en la consecución de su derecho al desarrollo sin asociar condicionalidades, pero en una relación de intercambio mutuo de experiencias, beneficios y recursos humanos, culturales y financieros.
Es ahora el momento de avanzar en el reconocimiento de la solidaridad internacional como un derecho humano, superando los obstáculos creados por la discusión sobre los derechos individuales /colectivos, derechos de tercera generación, etc. y centrarse más en la definición, los contenidos y las implicaciones que se refieren a la solidaridad internacional y los efectos positivos que este reconocimiento puede tener para toda la humanidad.
La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII desea renovar su compromiso a nivel de base y a nivel internacional para construir una sociedad mejor, fundada en la fraternidad, la reciprocidad, la justicia social, la equidad y el desarrollo sostenible, que son esenciales para vivir en paz y armonía, como familia humana.
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