La cárcel, en la mayoría de los casos, no juega una función rehabilitadora real.
La Comunidad Papa Juan XXIII, desde hace muchos años, ha entrado en contacto con las personas detenidas en los institutos de pena, ofreciéndoles la posibilidad de ser integrados en casa familia al final de la reclusión o también con medidas alternativas (los reclusos con problemas de adicciones pueden acceder a programas especiales de rehabilitación).
La experiencia ha demostrado que es importante para algunos ex-detenidos un tiempo de permanencia en una estructura específicamente dedicada. Se creó, por lo tanto, una particular casa de acogida, la “comunidad educativa con los presos” (CEC).
La acción educativa llevada adelante con los chicos acogidos ha confirmado aún más que en presencia de las condiciones adecuadas el cambio es posible.